Lady Macbeth de Mtsensk, de Nikolái Leskov

Parece que no hablo más que de libros, pero es que comentar la realidad da pereza, en la medida en que me cuesta mucho mantener la cabeza fría ante algunas cosas que han pasado y otras que están pasando. Mientras me deleito morosamente, relamiéndome las fauces, con la última obra de Ferlosio -baste una perla:
"[...]la enorme aceleración de la productividad industrial, bajo el apremio del creciente volumen de los estokes de productos invendidos o retrasados en su venta, incitó al empresariado a reclamar a los trabajadores para que depusieran sus hábitos tradicionales de modestia y ahorro y se incorporasen a la ya insuficiente hueste de los consumidores: el mes de octubre de 1927, en que apareció el libro de Edward Cowdrick The New Economic Gospel of Consumption [El Nuevo Testamento del Consumo]."-
me he relajado un poco con esta colección de cuentos a la manera chejoviana de Nikolái Leskov, cuya antigüedad y estilo tienen un efecto un poco sedante, pero también agradable, en la medida en que su lectura tiene mucho de reencuentro, de abrazo en medio de la calle cuando de forma inesperada topamos con algún conocido con varios años de silencio entre los dos.
Los cuentos de Leskov son tan clásicos como bondadosos y tal vez por eso forman parte de ese vasto ejército de desconocidos que pueblan los anaqueles de la historia de la Literatura: consagrado Chéjov, olvidado Leskov, aunque no podría asegurar si los méritos de uno justifican la ausencia del otro. Leskov quiere -y mucho- a sus criaturas, pero es el amor de la Rusia tradicional y culta, que ventea el cambio que se aproxima a toda velocidad, de finales del siglo XIX. Así que no se busquen aqui grandes conflictos -que los hay- o temas universales -¿cuál no lo es?-, sino más bien unos relatos sencillos, a veces previsibles, con mucha ternura y un punto de nostalgia ante la distancia tan extraordinaria que separa nuestro mundo del que describe Leskov.
El primero de los relatos, Lady Macbeth de Mtsensk, sobre el amor llevado hasta el extremo, es una especie de Madame Bovary a la rusa, más que una variación de la heroína shakesperiana. La mujer belicosa es una muy divertida biografía de una casamentera, mientras que El Obsesionado
narra el ascenso y caída de un acérrimo lector de la Biblia, mero pretexto para actualizar un poco el mito del buen salvaje. Exorcismo es una descripción espléndida de una fiesta a la rusa, salvaje y brutal; o al menos de lo que podemos imaginar a este lado del Volga de lo que debe ser una buena fiesta cosaca. El Zurdo es un canto a la ingenuidad y los complejos del pueblo ruso y de sus habilidades. Tanto El artista del tupé como La fiera muestran con crudeza las miserias del campesinado ruso y la brutalidad señorial, a través del amor en el primero y de la compasión por los animales en el segundo. El último relato es A propósito de la Sonata a Kreutzer, interesante homenaje a Dostoievski en el que se explica que los secretos pueden guardarse hasta la tumba con facilidad.
El libro se cierra con un apéndice de Walter Benjamin, El narrador: consideraciones sobra la obra de Nikolái S. Leskov, que explica, mucho mejor que yo naturalmente, las bondades como narrador de Leskov. De ese estudio, atención a la lucidez de Benjamin ante lo que ahora vivimos en una era de la información más superficial y banal:
"Ya no la noticia que proviene de lejos, sino la información que sirve de soporte a lo más próximo, cuenta con la preferencia del público. Pero la noticia proveniente de lejos -sea la espacial de países lejanos o la temporal de la tradición- disponía de una autoridad que le concedía vigencia, aun en aquellos casos en que no se la sometía a control. La información, empero, reivindica una rápida verificabilidad. Por ello es irreconciliable con la narración."
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